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lunes, 20 de diciembre de 2010

Había una mujer, la conocí en una reunión casual, que me explicaba su situación. Merodeaba, nerviosa y confusa, daba vueltas alrededor de la jaula que ella misma se había construido, como una pantera de un zoológico de no demasiada categoría, un zoológico de suburbios donde los obreros de la fábrica de automóviles que daba de comer a todo el pueblo, llevaban a sus hijos los fines de semana, y le echaban fruta a los osos, y gesticulaban junto a los monos, y en un lugar apartado, como aburrida de la vida, estaba esta pantera, sucia, con trozos de carne podrida, y una inmensa tristeza en su lomo como de terciopelo azabache, y una mirada que decía " ¡ pegadme un tiro de una puta vez!. No veis que mi vida es una ruina, que estoy aburrida de estos círculos concéntricos, eternos, de los que nunca puedo salir, en los que estoy eterna e irremediablemente atada, sin una salida... ¿No me veis, con mis enorme pupilas amarillas, de la desidia con mi pelo sucio, y mis garras rotas de romperlas contra un sueño roto?. ¿Es que acaso estais ciegos. No me veis?. Pegadme un tiro con esos rifles que guardais a miles, para defenderos del miedo que os atenaza. Para libraros alguna vez de una vida tan asquerosa como la mía, o para ir a un supermercado un sábado por la mañana y cepillaros a una docena de vuestros conciudadanos, y llenar de sangre la apasible mañana de un sábado con los árboles acaso en flor, y las familias felices de compras, sin imaginar que ese era el último día que por enésima vez iban a mirar la gama de electrodomesticos, por que tú anoche, en silencio en tu cocina, mirando al vacío, mirando a la abominable negrura de la noche, sentado con Tu Remintgon, un Nuevo Testamento abierto por donde Jesucristo decía: "Yo no he venido a traer la paz, sino la espada..." y una botella de Whisky, habías decidido que a la mañana siguiente llegaría el final de los tiempos para una docena o acaso más de tus convecinos, los que te saludaban amablemente en la calle principal, y en la iglesia el domingo por la mañana.

Pues con ese mismo rifle mata a esta pantera herida, mata a esta mujer, ya sin sueños, mátame porque mi vida se fue al carajo, toda mi vida junto a él, para que luego se buscara una amiguita, y me saliera con el sonsonete de: "necesito tiempo, para estar solo, necesito mi espacio para reconsiderar lo nuestro y ver si tenemos futuro..." ¡ Vete al carajo!, Le debías haber dicho, lo único que quiere es la excusa santificada, la tranquila cobardía, de no tener lo que hay que tener para mirarte a los ojos y decirte: " ya no te quiero, aunque antes te quise, te quise mucho, pero ya sabes, todos debemos tomar nuestro camino, y sólo nos haríamos aún más daño...demasiado daño... más daño aún...del que ya nos hemos hecho..."

Y el hombre seguía hablando con la voz queda, y la mirada baja :" Si sólo fuera el amor, si sólo fuera eso, pero una chica de veintitrés años me da tanto placer que me hace sentir menos viejo, y bueno, lo nuestro duró media vida, pero hasta aquí llegó. Espero que lo comprendas, Que te resignes a la victimización de tu vida cotidiana, que estés jodida, pero no me molestes demasiado, que no me eches cosas en cara, en resumen que me hagas mi cobardía y mi falta de los mismos, un poco soportable, sentirme menos mezquino por no tener agallas para mirarte a la cara y ser descarnadamente cobarde y decirte: lo nuestro, todo, esta vida juntos se ha ido a la mierda, porque se han cruzado por medio un par de tetas jóvenes, como dos obuses duras y firmes, y que quieres amor, las tuyas ya están caídas, y estoy un poco cansado de darme vueltas en la cama y ver siempre tu culo ya fofo, y ahora me tocó en la lotería de la vida un culo prieto y eso querida es difícil de dejarlo pasar por delante sin echarle mano..."

Y luego bajar la mirada, como la de un delator, o un desertor, o un ser tan abyecto como sólo uno mismo puede saber que lo es. Y un ser con miedo, miedo a la vejez, miedo a la decadencia absoluta. Miedo a la muerte anónima... Y esa es la cuestión, resumida en una cáscara de nuez del epílogo de la historia de amor de esta mujer y de este hombre sin nombres. Y eso es todo, eso es todo.... eso es absolutamente todo..

Y el tío bajaba su juego de maletas de piel, y metió sus trajes, y sus camisas, y su trebejos de afeitar, y se le escapó entre dientes un " bueno ya vendré por el resto, un día que tú no estés, para hacer las cosas más fáciles, y no hacer escenas delante del niño..." Y salió a la calle, y la soledad de la casa para esa mujer que se quedaba sola, se hizo insondable, se hizo infinita, y en la playa, varios chicos y chicas jugaban al dominó en la arena poniendo uno la cabeza en los pies del otro, ellos quizás dentro de veinte años, protagonizarían una escena parecida a la de esta mujer y de este hombre; pero bueno para ellos aún queda esperanza.. y en la playa también había chicos con traje de neopreno, que como miembros de una secta acuático satánica iban mar adentro buscando la ola perfecta, la ola definitiva, la ola mística, el surf elevado a la categoría de unión con un Dios, de barba y furgoneta, y rastas en el pelo, y un buen canuto de maría y sicotrópicos y anfetas, para ver el mundo en el caleidospio de los colores primigenios, los colores de día exacto de la creación.

Y eso es un subidón macho. Esa experiencia alucinógena es una pasada y te abre las puertas de la percepción, aunque es muy probable que si no controlas, también te abra las puertas del cementerio. Pero sí, en este momento Dios, es un viaje del copón. Dios... Los colores del Indefinible instante de la Creación... paseando por tu retina, explosionando en tus iris, viendo una mujer con sus formas hermosas, exuberantes, sin contaminar surgiendo sobre el fondo de la batalla cósmica,

Y todo absolutamente todo, creándose, sobre lava de volcanes al rojo vivo... Con sus maravillosas explosiones de gases, neón, argón, nitrógeno, explosiones nucleares para crear la vida, para la génesis del mundo, en la mano del Dios, ese mismo Dios, que creó el dolor de esa mujer abandonada, y de esos muchachos amantes del mar que se traga las vidas de los elegidos, de los que mueren jóvenes y viven deprisa para tener un cadáver hermoso.

Y la mujer se subió a una silla, y tomó, del altillo del armario una bolsa de deportes, y sacó de la bolsa un instrumento guardado y metálico, envuelto en una tela de gamuza. Sacó primero la culata, luego el percutor, más tarde el gatillo y el cargador, y el cañón, y una caja de cartuchos color verde, y entró en el cuarto de baño, donde aún quedaba un frasco de loción after shave del hombre que se acababa de ir. Y se metió en el baño, y se lavó parsimoniosamente su cuerpo maduro, pero aún excitante, con un gel lechoso.

Frotó su senos, su sexo en busca de sensaciones antiguas, y una gota de agua caliente caía como moribunda del grifo sobre su pie. Y habría que haber estado muy pegado a la puerta del cuarto de baño para oir su cansada, su rendida respiración. Y después la detonación. El ruido que hizo levantar el vuelo de las palomas del alfeizar de la ventana del edificio. Y el rumor de la sangre queriendo subvertir a borbotones la geometricidad de los azulejos del cuarto de baño. Brotar a ríos de espuma roja, de mareas rojas, traspasar los límites de la bañera, hasta caer las gotas sin peso, sobre la mano que colgaba de la bañera completamente yerta, con un hilo de sangre corriendo antebrazo abajo, hasta la mano y desde el dedo, así, gota a gota, sin prisas, como una eternidad latente, silente, gota a gota, gota a gota, hasta crear una laguna carmesí sobre el blanco suelo....

Raymond Carver

De qué hablamos cuando hablamos de amor...